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Un investigador con aires de cambio en el aula y para la vida

Julio Eduardo Mazorco Salas, profesor e investigador de la Universidad de Ibagué desde hace ocho años, tiene como premisas su dedicación y el compromiso por entender y proponer mejoras en los procesos de enseñanza en escuelas y universidades.

Esta convicción, así como su contribución desde las ideas a nuevos niveles de bienestar y salud mental, lo han hecho destacarse en el ámbito nacional, alcanzando la categoría Asociado en la más reciente convocatoria de la clasificación de Minciencias.
Ser investigador no fue un destino vocacional para él, sino también el camino para responder sus propias dudas, ¡y sí que tenía preguntas en su juventud! Todas esas curiosidades y búsquedas lo llevaron a estudiar Piscología y Filosofía de manera simultánea.

Los profesores que tuvimos y los que queremos

Él admite haber encontrado que “la formación de docentes se ha priorizado a los estándares de conocimiento, aportando a un egosistema, donde el afán por los títulos y demostrar el saber ha hecho de las escuelas instituciones altamente competitivas y deshumanizadas: cuantos más títulos más doctores, pero también menos humanos somos”.

Frente a por qué las clases que recibía como estudiante fueron como eran, y su interés por identificar y comprender los procesos de aprendizajes de adolescentes, se vio inmerso en el ámbito científico, descubriendo que en efecto, en muchos casos, existen formas tradicionales de entender la escolaridad.

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Encontrando en la maneras tradicionales de educar, violencias soterradas que distancian a los profesores de los alumnos, relaciones de poder que agigantan la figura docente y dejan relegado al estudiante en las decisiones, su autonomía y su propio cuidado.

Sus estudios dan cuenta de que para la formación de buenos docentes es necesario involucrar la vida misma, las emociones y la noción del cuidado por el otro.

 Por ello, ha emprendido procesos de formación docente, queriendo dar respuesta a lo que los estudiantes de Ibagué, le han hecho saber en sus ejercicios de diagnóstico.
“Particularmente cuando preguntábamos a los estudiantes qué experiencias gratificantes o dolorosas habían tenido con los docentes, nos encontramos que lo que ellos valoran más en un perfil docente tiene que ver con elementos socioemocionales, la capacidad del docente para estar, para acompañarlos, responderles preguntas y motivarlos, más allá de que el maestro fuera un gran erudito”, Julio Mazorco.

Y añadió, “la empatía y la solidaridad se han convertido en habilidades humanas, inherentes al rol del profesor, en una sociedad cambiante, como lo señala el investigador: “Antes no hacía parte constitutiva y necesaria en la función profesoral. Ahora sí, y deben desarrollarse dichas capacidades humanas en los nuevos maestros para crear ambientes saludables en los entornos educativos”.
Desde entonces, Julio Mazorco Salas investiga, aporta y gestiona ambientes propicios para el aprendizaje, creando estrategias de formación de docentes que los convierta en creadores de aulas dinámicas y solidarias de aprendizaje.

La salud mental

También se ha interesado por aportar a la salud mental de la región, mirando la problemática de manera holística, pues las condiciones de vida en sociedades contemporáneas como la nuestra se ven expuestas a sistemas de salud precarizados, a trabajadores de la salud mal remunerados, a violencias naturalizadas e injusticias latentes.
Por ello, aborda la salud mental desde varios frentes, tratando de problematizar la vida cotidiana, cuestionando y enseñando la capacidad de respirar adecuadamente, la importancia de comer sano, el poder de la música frente al estrés, el deporte como inhibidor de depresión y otros escenarios del día a día en los que él encuentra la posibilidad de aportar a la salud mental de las personas.

“La concepción de salud mental que yo trabajo es comunitaria; no es un fenómeno físico o neurológico, sino de base social. En Ibagué, las conductas suicidas se suelen atender desde la individualidad, dejando de lado la comprensión social de la problemática”.

Según el investigador, los elementos económicos, sociales y familiares son de mucha importancia para el aprecio por la vida.

“Es necesario dar un paso importante en el cuidado de la salud mental en la región, hay que generar nuevos espacios para la vida: aquí tendríamos que revisar cómo vivimos, cómo transitamos en la ciudad y cuántos parques podemos visitar. La ausencia de escenarios deportivos es notable y la interacción con la naturaleza es poca, no contamos con muchos espacios para el gozo público y el disfrute de la existencia se dificulta”, explica.
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El disfrute responsable de comer
Dime que comes y te diré quien eres reza un refrán moderno para generar conciencia de cómo nos alimentamos. En esa línea, él investigador ha trabajado para hacer de la oferta gastronómica de la ciudad un motivo para el disfrute y el autocuidado.

Su propuesta de fomentar la visibilización de signos distintivos, usos y perspectivas de cocina en todo el ecosistema gastronómico de la ciudad fue ganadora en la categoría Gastronomía de la convocatoria del Portafolio Municipal de Estímulos Artísticos y Culturales 2021 de la Secretaría de Cultura de Ibagué.

Esto permitió al docente e investigador conocer el sector gastronómico de la ciudad, visibilizar mediante el desarrollo de una APP los sitios por visitar, favorecer la asociatividad entre el sector y estimular las capacidades locales, así como promover la permanencia de recetas ancestrales.
“La posibilidad de socializar mediante dispositivos electrónicos la oferta gastronómica fue interesante. Sin embargo, fue retador ver que el boom de los distritos creativos que deberían apalancar los procesos locales y patrimoniales está sirviendo para la construcción de empresa ordinaria, dejando por fuera los procesos de transmisión de saberes asociados a por ejemplo la cocción del tamal o la lechona.

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Vemos también una saturación en la oferta gastronómica del país una saturación de carnes, frituras y dulce, muy poca implementación de recursos locales. Me sorprendió descubrir que como comemos y como vendemos se convierte en una postura ético-política, frente al cuidado nuestro y de los demás”.
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